Las 80.000 pesetas (480 €) que gané con mi trabajo en los
invernaderos durante todo el verano, las invertí en un viaje a Escocia, Irlanda, Bélgica y Francia.
¡qué poco tardamos en gastarnos algo que nos cuesta tanto conseguir!, pero
¡cómo disfruté gastándolos!.
En esa época se daba una situación peculiar, en lo que hace
referencia a la dificultad para obtener dinero. En innumerables ocasiones hemos
escuchado aquello de: “si supieses lo que cuesta ganarlo, no lo gastaría así”,
pero la verdad es que a esas altura ya tenía claro lo que costaba ganarlo, pero
también tuve presente las diferencias entre trabajos.
Mientra que para ganar 20.000 pesetas (120 €) necesitaba
medio mes trabajando en invernaderos, sólo necesitaba una o dos mañanas tocando
la gaita en la Plaza del Obradoiro de Santiago de Compostela (segunda actividad
a la que me venía dedicando desde hacía unos meses).
Había empezado a tocar el la calle sacándole partido
económico a una de mis habilidades, pues tocaba la gaita desde que tenía 10
años. Al principio trabajaba por objetivos: comprarse un disco, asistir a algún
concierto, etc. Una vez obtenido el dinero necesario cesaba en mi actividad,
hasta que aparecía en el horizonte una nueva necesidad que satisfacer. Acababa
de inventar el TPO (Trabajo por objetivos).
Lo de ser músico de calle me hacía sentir mucho más cerca
del mercado. Mirando a los
“clientes” (turistas que pasaban frente a mí) intentaba identificar sus
necesidades, y en la medida que lo lograba, y con ello satisfacerlas (foto con
el gaiteiro, muiñeira para bailar y grabar en vídeo, etc), se veía recompensado
mi esfuerzo con un suculento donativo (billetes en un buen número de
ocasiones).
Recuerdo, en particular un día en el que estaba tocando en
el arco que da paso de la Plaza del Obradoiro a la de la Azabachería.
Desde el balcón del Hostal de los Reyes Católicos se asomó
una pareja que estaba alojada en la habitación más próxima al lugar en donde yo
estaba tocando desde antes de las 10 de la mañana.
Al verla salir al balcón con sus albornoces temí lo peor.
Supuse que los había despertado y que en breve una amable pareja de policías
locales acudirían a mi encuentro para invitarme a concluir mi concierto
mañanero, pero, cuál fue mi sorpresa cuando media hora más tarde, la pareja del
balcón, ataviada ya con ropas más adecuadas para el paseo, se acerca y, en una
pausa entre canciones, me agradecen sinceramente que lo hubiera despertado con
el sonido de la gaita.
Eran hijos de emigrantes gallegos en Argentina y, por lo que
me indicaron, recordarían siempre su estancia en el Hostal y el despertarse con
el sonido de una gaita en esa Galicia de la que tanto había oído hablar. El
resultado, 2000 pesetas (12 €) de donativo y una foto que hoy estará en algún álbum en
Buenos Aires.
En cambio, trabajando en los invernaderos, la situación era
muy distinta. Mis esfuerzos no se veían recompensados, ni en una mayor paga ni
en el reconocimiento por parte de los clientes, que dicho sea de paso, ni
conocía ni tenía acceso a ellos.
En ese momento me di cuenta de la importancia que tiene para
un trabajador (al menos para mi)
conocer qué es lo que aporta al proceso productivo y ver, por otra parte,
recompensados los esfuerzos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario