martes, 3 de abril de 2012

A 8857 km de Dublín está Quito


El motivo por el que mis amigos dudaban de mi, en esta nueva aventura, era mi rápida huida de Irlanda.

No los puedo criticar por ello, pero para mi esta era una oportunidad para empezar una nueva vida y resarcirme de mi fracaso irlandés.

No voy a decir que mi experiencia en Ecuador fuese toda un camino de rosas, nada en la vida es completamente fantástico ni completamente desastroso, pero, en el caso de Ecuador puedo decir que fue mayoritariamente buena, por no decir excelente.

De ella me han quedado, en primer lugar, dos buenos amigos con los que hoy aún sigo en contacto y, en segundo, una orientación profesional que vengo desarrollando desde aquella.



Es cierto que para lograr mi plaza en la beca, tuve que sacrificar algunas cosas por la que había luchado tiempo atrás.

Seguro que a muchos les parecen poco importantes, pero para mi fueron y son cosas realmente importantes. No tanto ellas en si mismas, como el derecho que representan.

La primera fue tener que cortar mi melena. Desde cuarto de carrera llevaba una melena lacia que era la envidia de una buena parte de mis compañeras de carrera. 


Creo que dejármela representó un acto de afirmación de mi identidad. Os sorprenderá, pero aún hoy si pienso en mi me veo con ella. Es cierto que la tuve en dos ocasiones más, pero sin duda llevo más tiempo sin ella que con ella. Pese a ello forma parte de las características que me definen como la forma de mis manos o el tamaño de... mis pies.



Realmente tenía la melena mucho más larga, pero alguien se ha dedicado a destruir todas las pruebas de su existencia.


La segunda fue el idioma. En segundo de carrera decidí pasarme al gallego. Había sido educado en castellano, incluso por mi abuela que era gallega parlante, pero para la que el gallego representaba un idioma de nivel inferior, por lo que hablaba en castellano con nosotros.

Había asistido a innumerables ataques contra nuestra lengua y en un momento, como un acto individual que intentaba defender un patrimonio colectivo, decidí empezar a hablar en gallego.

Pensaba entonces y pienso hoy aún, que la lengua forma parte de nuestro patrimonio cultural y debemos defenderla tanto como defendemos la Catedral de Santiago, la que no permitiríamos derruir para construir una nueva urbanización.



No hablar nuestra lengua es como no hacer labores de restauración en la catedral. Pasarán más o menos años, pero si no la restauramos, colapsará.

Pues a la lengua le pasa lo mismo, si no la hablamos, desaparecerá. Y es por ello, por lo que me decidí a hablar mayoritariamente en gallego.

Pues a ambas cosas, a la melena y al gallego tuve que renunciar, pues en las entrevistas de trabajo a las que asistía nunca era seleccionado y visto lo visto, se debía a estos factores ya que a la primera que asistí renunciando a ambas, conseguí el puesto.

1 comentario:

  1. Ai!!! País...
    Eu a melena non a cortei pero ao galego también tiven que renunciar no ámbito laboral.

    Para min tamén eres con melena e o teu irmán, tamén :-)

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