viernes, 4 de mayo de 2012

De vuelta a casa de Mamá y Papá, of course


Faltando menos de diez minutos para las diez de la mañana, llama mi madre a la puerta de mi habitación para decirme que tenía una llamada de una empresa de Murcia.
  • ¿Qué puede querer una empresa de Murcia de mi? – le pregunté a mi madre en ese momento
  • Tu sabrás – responde ella con esa sabiduría natural que tienen sólo las madres.

Yo era simplemente un gallego recién llegado de una extraña emigración (extraña dado que debo ser el único gallego que yéndole bien en América, vuelve debiendo dinero) y aquí estaba en cama recibiendo una llamada de una desconocida empresa situada en el otro extremo de España.

  •  ¿Quién les habrá dado mi número? – le estaba preguntando yo a mi madre en el justo momento donde ella me pasa el teléfono.

Intento entonces sin éxito, aclarar mi garganta para que no supiesen que estaba durmiendo y digo.
  • ¿Si?
  • Hola buenos días, ¿eres Víctor Sixto? -dice una voz con un acento que si no hubiese conocido a un murciano en Ecuador, diría que es de un andaluz que vive en Vallecas.
  • Si soy yo – contesto en el tono más neutro que puede tener una persona recién despertada.
  • Encantado –continúa mi anónimo interlocutor- soy Manuel Cal de la empresa MIVISA, de Murcia. – Bien, un dato más, pensé en ese momento, con dos indicios más podré ya identificar de qué trata esta llamada.

No tuve que esperar mucho más. Al rato Manuel continuó informándome que se dedicaban a la fabricación de envases para conservas y que en la Cámara de Comercio de Ferrol les habían facilitado mi estudio y querían consultar algunas dudas.

De golpe se hizo la luz . Todo se debía a el trabajo que había hecho en Ecuador.
Las esperanzas iniciales que albergaba de que la llamada representase una oferta de empleo se desvanecieron en pocos minutos.

Sólo fue lo que mi interlocutor dijo que iba a ser, una serie de consultas para ampliar cierta información recogida en el estudio de mercado que tenía en su poder.


Y allí mismo, tendido en la cama de mi habitación en casa de mis padres tuve conciencia de que me encontraba en paro y que encontrar trabajo no tenía por qué resultar sencillo. Me esperaban las colas del INEM.

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