En menos de una semana había hecho un pequeño proyecto de
negocio en cuartillas cuadriculadas en las que, fundamentalmente había recogido
el importe de las inversiones y una cuenta de pérdidas y ganancias previsional.
Todo pintaba bien. La inversión era próxima a los 6.000.000
ptas. (36.000 €) y el punto muerto parecía fácil de alcanzar.
Estos datos fueros los que les presenté a mis padres y con
ellos fuimos a solicitar un préstamos, por el que mis padres tuvieron que
hipotecar su casa.
En poco más de un mes desde la fecha de la conversación
sobre mi futuro, estaba ya con el local alquilado y las obras en marcha de lo
que sería mi primer gran proyecto “O Café da Vaca”. Un Pub al estilo de la zona
vieja de Santiago situado en el centro de Ferrol.
¿Por qué Ferrol?, os estaréis preguntando, pues por que era
el lugar en donde no tenía que pagar un alquiler para vivir y la comida iba por
cuenta de la Family.
¿Por qué O Café da Vaca?, pues por que una vez que has leído
1.000.000 de Vacas de Manuel Ribas, lo tienes casi todo claro.
¿Por qué un Bar?, pues por que en los meses que llevaba en
Ferrol desde mi regreso era lo que más echaba de menos y suponía que como yo
muchas personas más (una buena identificación de la demanda potencial).
Así que ahí estaba yo, un licenciado en ciencias
empresariales, con formación y experiencia en comercio exterior, abriendo un
bar en Ferrol.
En cuanto e esto de emprender...
Había estudiado que para que una empresa fuese viable tenía
que serlo Económica, Financiera y Técnicamente.
Las dos primeras estaban garantizadas, según los datos que
aportaba el plan de negocio, pero la tercera…
De hostelería no tenía ni idea, bueno, miento, no tenía ni
idea de lo que era la hostelería del lado de la barra en el que me iba a situar
en breve. Tanto es así que tuvimos que acudir en busca de ayuda el día anterior
al de apertura para que nos enseñasen a utilizar la máquina de café.
Para que os podáis imaginar mi falta de conocimiento sobre
el sector, sirva de ejemplo una de las múltiples meteduras de pata del día de
la inauguración.
Se acercan a la barra dos chicos, uno de ellos amigo de la
infancia, y me piden 5 "100 Pippers" con Coca Cola (debo señalar que desde ese
día , la pandilla de la que formaban parte fue conocida como
“los 100 gaiteiros”).
Tomo cinco Coca Colas de la nevera, coloco los cinco vasos con hielo, añado una rodaja de limón y
sirvo el whisky.
En ese momento uno de
ellos me dice,
- Por favor, ¿puedes quitarles el limón?
- Ah! ¿os gusta sin limón? – respondo yo
serenamente.
- No, es que al whisky no se le pone limón – me indica
el cliente.
Raudo y veloz contesto,
- Perdona, es que soy nuevo en
esto, JIJI
Esta es una enseñanza que hoy aún aplico. Si metes la pata y
reaccionas con humildad, los clientes suelen perdonarte, al tiempo que
normalmente te mostrarán su afecto.
Hoy, visto con esa mayor perspectiva que permite el tiempo
transcurrido, la aventura de O Café da Vaca me parece, si cabe, mucho más
interesante de lo que me pareció en aquel momento.
Con ella puse en práctica innumerables conocimientos,
practiqué y desarrollé habilidades tanto conceptuales, como técnicas e
interpersonales. Aprendí a trabajar en entornos no controlados y valorar
adecuadamente las opiniones de los clientes. Y sobre todo aprendía a cometer
errores. No hubo prácticamente ningún día en el que no haya cometido algún
error, por pequeño que éste fuera. El problema real es que han tenido que pasar
muchos años para darme cuenta de que aquello o aquello otro era realmente una
mala decisión.
En fin, fue para mi una buena escuela empresarial.