México D.F. ,6:30 de la mañana,
suena el despertador y después de las consabidas llamadas por Skype a casa, la
lectura de los correos de la mañana (hora española), una breve consulta a los
periódicos del otro lado del charco, ponerse los tenis y salir a correr. Hoy
tocan tres vueltas a la calle Ámsterdam (6 km).
Hasta aquí, un día como otro
cualquiera.
Hoy tenía programadas un par de
“juntas” (como dicen en México), la primera con un empresario gallego que
quiere entrar en el mercado mexicano. Un café, un par de consejos y el contacto
con un empresario mexicano que puede ser de su interés, y con ello cerrado ya
el primer asalto.
La segunda era algo más
complicada. Una junta con uno de nuestros clientes más importantes. La próxima
semana presentamos dos proyectos en los que está involucrado este cliente y los
nervios están haciendo ya su aparición.
Debo reconocer que sobre todo en
uno de los proyectos hemos cometido un importante número de errores. El
primero, como casi siempre, mío, sin posibilidad de trasladarle la
responsabilidad a otros.
Normalmente cuando un proyecto no
sale como debe, hay que buscar las causas en los orígenes. En muchas ocasiones
ésta tiene que ver con la composición del equipo. Podría quedarme ahí y achacar
el resultado a ellos, pero eso sería quedarse a medio camino del origen.
Por detrás del equipo está el
proceso de selección, que en este caso fue completa responsabilidad mía.
Cuando crees en las estructuras
orgánicas y que tus colaboradores se comportan siguiendo los principios de la Teoría Y de Douglas McGregor, tiendes a asignar tareas y dejar libertad para su
ejecución.
El problema surge cuando
realmente has seleccionado a un equipo donde el/la coordinador sigue los
principios de la Teoría X.
Realmente el problema no sería en
sí éste, si no, no haber establecido los sistemas de control necesarios para
asegurar el cumplimiento de los compromisos, por parte de este tipo de
colaboradores.
Y así llegamos a un día como hoy
en el que me reunía para intentar solucionar alguno de los problemas
principales antes de la presentación.
A la salida de la reunión la cosa
parecía encaminada. Sólo quedaba que una compañera finalizase otra junta, por
el otro proyecto, y ya podríamos sentirnos en fin de semana.
Justo en el momento en el que me
estaba llamando mi compañera de trabajo, entraban por WhatsApp varios mensajes
de mi cliente mostrando su disconformidad con los plazos que estábamos
manejando.
Empezó ahí una carrera al más
puro estilo "Corre, Lola, corre" con el objetivo de lograr tranquilizar al cliente. Pero como
casi siempre, llegó la noche y las cosas aún no están como esperábamos.
Mañana espero que las cosas estén
mejor, no para nosotros, que tenemos la firme convicción de que el trabajo
estará bien y a tiempo, si no, para el cliente al que no hemos conseguido
trasmitir tranquilidad.
¡Cuánto nos falta aún por
aprender!