viernes, 24 de febrero de 2012

Hoy es un día cualquiera


México D.F. ,6:30 de la mañana, suena el despertador y después de las consabidas llamadas por Skype a casa, la lectura de los correos de la mañana (hora española), una breve consulta a los periódicos del otro lado del charco, ponerse los tenis y salir a correr. Hoy tocan tres vueltas a la calle Ámsterdam (6 km).

Hasta aquí, un día como otro cualquiera.

Hoy tenía programadas un par de “juntas” (como dicen en México), la primera con un empresario gallego que quiere entrar en el mercado mexicano. Un café, un par de consejos y el contacto con un empresario mexicano que puede ser de su interés, y con ello cerrado ya el primer asalto.

La segunda era algo más complicada. Una junta con uno de nuestros clientes más importantes. La próxima semana presentamos dos proyectos en los que está involucrado este cliente y los nervios están haciendo ya su aparición.

Debo reconocer que sobre todo en uno de los proyectos hemos cometido un importante número de errores. El primero, como casi siempre, mío, sin posibilidad de trasladarle la responsabilidad a otros.
Normalmente cuando un proyecto no sale como debe, hay que buscar las causas en los orígenes. En muchas ocasiones ésta tiene que ver con la composición del equipo. Podría quedarme ahí y achacar el resultado a ellos, pero eso sería quedarse a medio camino del origen.

Por detrás del equipo está el proceso de selección, que en este caso fue completa responsabilidad mía.
Cuando crees en las estructuras orgánicas y que tus colaboradores se comportan siguiendo los principios de la Teoría Y de Douglas McGregor, tiendes a asignar tareas y dejar libertad para su ejecución.
El problema surge cuando realmente has seleccionado a un equipo donde el/la coordinador sigue los principios de la  Teoría X.

Realmente el problema no sería en sí éste, si no, no haber establecido los sistemas de control necesarios para asegurar el cumplimiento de los compromisos, por parte de este tipo de colaboradores.

Y así llegamos a un día como hoy en el que me reunía para intentar solucionar alguno de los problemas principales antes de la presentación.

A la salida de la reunión la cosa parecía encaminada. Sólo quedaba que una compañera finalizase otra junta, por el otro proyecto, y ya podríamos sentirnos en fin de semana.

Justo en el momento en el que me estaba llamando mi compañera de trabajo, entraban por WhatsApp varios mensajes de mi cliente mostrando su disconformidad con los plazos que estábamos manejando.




Empezó ahí una carrera al más puro estilo "Corre, Lola, corre" con el objetivo de lograr tranquilizar al cliente. Pero como casi siempre, llegó la noche y las cosas aún no están como esperábamos.

Mañana espero que las cosas estén mejor, no para nosotros, que tenemos la firme convicción de que el trabajo estará bien y a tiempo, si no, para el cliente al que no hemos conseguido trasmitir tranquilidad.

¡Cuánto nos falta aún por aprender!


3 comentarios:

  1. Y llegó el domingo, tras un fin de semana con un nivel de presión y trabajo realmente importante (ayer nos quedamos ajustando unos datos de un proyecto, hasta las 5:30 AM).

    Ahora, esperando la llamada del cliente para exponerle cómo va el proyecto. Supongo que no ayudará, pero estoy convencido de que va a salir bien, pese a las prisas y la presión.

    ResponderEliminar
  2. Mucha suerte!
    Ya sabes que es de todo corazón :-)

    ResponderEliminar
  3. Pues al final, no salió bien. Un proveedor que no cumple y todo se complica. Estamos ahora intentando arreglarlo.

    ResponderEliminar