Los comienzo fueron interesantes, pero no se ajustaban a los
planes previstos. Una vez adoptada la decisión de abandonar la filosofía para
entregarme en cuerpo y alma a la mundanal realidad de los negocios, parecía
lógico entrar con fuerza y con un objetivo claro y bien definido.
Me dije a mi mismo,
- - Quiero ser rico!.
Entendiendo por tal a aquel que acumula tantos recursos
(mayoritariamente económicos) que le permiten desarrollar una vida sin
sobresaltos y dedicada a satisfacer la mayor parte de los deseos que se puedan
comprar con dinero (prácticamente todos).
Y con ese objetivo inicio mis estudios en la Facultad de
Ciencias Económicas y Empresariales de Santiago de Compostela, no sabiendo bien
lo que se me venía encima a las pocas semanas de iniciar el curso.
Una mañana, como otra cualquiera, en la que me sentaba en
una de esas incómodas sillas de brazo de la famosa Aula A de la facultad (más
de 500 sillas colocadas en pendiente que te hacían sentir realmente minúsculo
en un mundo nuevo, pero lleno de alicientes).
El profesor de estructura
económica comienza un relato en el que afirma:
- - No es posible un crecimiento infinito en un mundo finito.
Deja su afirmación flotando en el aire con el objetivo de
que alguna de aquellas más de 300 almas jóvenes la tomásemos y acompañásemos
con nuestros comentarios su disertación. Pero bien sabido es que entre las
personas jóvenes de 18 años no se considera adecuado hacerse ver en un aula
tan grande y delante de un número tan alto de compañeros. Cualquiera de los asistentes puede convertirse en un gran difusor de las posibles meteduras de pata que una
persona inexperta en estas lides pueda cometer.
Con todos nosotros en silencio, salvo los consabidos rumores que se producen done hay trescientos jóvenes reunidos, es donde nuestro querido profesor
continúa apuntalando con nuevos comentarios su afirmación,
- - En una tierra con recursos limitados, la riqueza es en si misma un recurso por lo que la riqueza de unos genera pobreza en otros.
Ahora sí que había conseguido tocarme la fibra sensible. Si
su afirmación era correcta, y a todas luces lo parecía, el logro de mi
objetivo, aquel tan elevado que había servido para apoyar mi decisión de
estudiar empresariales (hacerme rico) traería consecuencias negativas en otros,
que no por desconocidos me hacían más sencillo olvidar las consecuencias que
traerían consigo mis actos.
Una cosa es querer ser rico pensando que no lo es quien no quiere y otra bien distinta es pensar que al hacerme
rico yo estoy empobreciendo a otros.
Rico si, pero “capullo insolidario” no.
Y aquí estaba yo, matriculado en una carrera que me llevaría
directo a la “riqueza” , no queriendo recorrer ahora ese camino.
...y sólo habían pasado una semanas desde que había empezado la carrera.
¡Coño, si te lo hubiesen dicho unos días antes!
ResponderEliminarPues ya nos dirás cómo, a costa de cuánto tesón y esfuerzo, conseguiste evitar ser rico...
Fue comlicado. Mira que todo estaba alineado para que fuese rico, pero... Uno con esfuerzo puede luchar contra su destino. ;)
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